Publico este post sobre la ciencia. Son diferentes partes de entrevistas a sacerdotes y científicos sobre la relación ciencia-fe.
Entrevista a José Funes SJ jesuita y Director del Observatorio Astronómico Vaticano
RD, 4 de julio 2001
- ¿Nuestra misión?
- Jose Funes SJ: Dicho en pocas palabras, nuestra misión no consiste en hacerle los horóscopos al Papa, ni bautizar extraterrestres. Tampoco queremos probar que la Biblia tiene razón utilizando la astronomía como mero instrumento. Nuestra misión es caminar junto con los científicos de nuestro tiempo, en particular con los astrónomos. Queremos participar del cansancio de la búsqueda, del entusiasmo y de la alegría que comporta el descubrimiento científico, es decir, tratamos de promover la ciencia sólida y verdadera de acuerdo al deseo de León XIII cuando fundó el Observatorio Vaticano. Esta misión exige que nuestro observatorio sea un puente entre la Iglesia y el mundo de la ciencia promoviendo también el diálogo interdisciplinario.
- ¿Y el Señor?
- Jose Funes SJ: Mi misión no es "espiritual" en el sentido de que la mayor parte de mi día no consiste en acompañar espiritualmente, dar ejercicios espirituales o escuchar confesiones. Sin embargo como me enseñaron desde el noviciado es posible buscar y encontrar a Dios en todas las cosas. En todo amar y servir. Observando en el telescopio vaticano, dando clases en la Universidad de Arizona, escribiendo artículos científicos o diciendo misa a los híspanos, Dios me viene al encuentro. Además la astronomía es un excelente medio apostólico. Es uno de esos medios naturales que disponen el instrumento de Dios (es decir, el jesuita) para con los prójimos (Constituciones de la Compañía 814).
Habla el académico Mariano Artigas, autor de obras clave sobre fe y ciencia
24 marzo 2004 (ZENIT.org).-
--¿Cómo ayuda la fe a la ciencia, y viceversa?
--Artigas: La ciencia ocupa un lugar central en nuestra civilización, y dado su enorme prestigio, existe un peligro semejante al de las mayorías absolutas en política: no hacer caso de otros enfoques. La fe muestra que existe un mundo espiritual al que la ciencia no llega, y ayuda a dar sentido auténtico a la ciencia como búsqueda de la verdad y servicio a la humanidad, de acuerdo con los planes de Dios. A su vez, la ciencia proporciona muchos medios para mejorar la calidad de la vida humana. Con una adecuada combinación de sentido religioso y de conocimientos científicos y técnicos, se podrían resolver muchos de los problemas más graves que sufre hoy día la humanidad.
--¿Dependemos totalmente de la ciencia, o tenemos un cierto margen de autonomía?
--Artigas: La ciencia es un producto humano. Somos nosotros quienes la hacemos. Es absurdo que, a veces, seamos las víctimas de nuestro propio producto. Ya he dicho que soy un realista: existe un orden en la naturaleza que está ahí y no lo podemos inventar, mediante la ciencia intentamos lo conocemos cada vez mejor y aprendemos a utilizarlo de modo controlado. Pero la ciencia no nos puede decir cómo utilizar ese conocimiento: hace falta complementar la ciencia con una reflexión meta-científica, de tipo filosófico, moral, religioso. La ciencia exige un complemento de conciencia. Nos proporciona un poder que es cada vez mayor, pero es un error pensar que todo lo que se puede hacer es correcto. Es nuestra responsabilidad enfocar correctamente la ciencia y la tecnología que se basa en la ciencia.
El desafío de la ciencia: estar realmente al servicio del hombre Entrevista al Dr. Ventura-Juncá, de la Academia Pontificia para la Vida, 24 noviembre 2006 (ZENIT.org).-
--¿Está la ciencia realmente, en este momento y en esta sociedad en la que vivimos, al servicio del hombre o está más bien el hombre al servicio de la ciencia?
--Dr. Ventura-Juncá: Creo que en esto hay distintas posiciones. Creo que hay un grupo de gente que verdaderamente quiere poner la ciencia al servicio del hombre, y los ejemplos de esto son muchos: el aumento de la expectativa de vida es un efecto del avance de la medicina y de la ciencia, la disminución de la mortalidad infantil también, y los numerosos tratamientos que hay ahora para numerosas enfermedades que antes eran incurables, las vacunas... Sin embargo uno de los ámbitos conflictivos está en el inicio de la vida: si nosotros reconocemos que desde el momento de la fecundación, como lo demuestra la genética y la embriología moderna, tenemos a un ser humano, y que como dice incluso un evolucionista materialista como Ernst Haeckel, desde el momento de la fecundación comienza el inicio del desarrollo de un nuevo organismo que va a ser un niño y un adulto, eso tenemos que tenerlo nosotros presente como un elemento fundamental para respetar a todo ser humano independientemente de su etapa de desarrollo.
Creación, evolución y magisterio de la Iglesia católica.
Entrevista al profesor Rafael Pascual, L.C. 7 diciembre 2005 (ZENIT.org).-.
--Evolución, si; ¿evolucionismo, no?
--Padre Pascual: La evolución, entendida como teoría científica, fundada en datos empíricos, parece bastante bien afirmada, si bien no es del todo verdad que ya no haya nada que añadir o completar, sobre todo respecto a los mecanismos que la regulan. En cambio, no me parece admisible el evolucionismo como ideología que niega el finalismo, y sostiene que todo se debe a la casualidad y a la necesidad, como afirma Jacques Monod en su libro «Casualidad y necesidad», proponiendo el materialismo ateo. Este evolucionismo no es sostenible, ni como verdad científica, ni como consecuencia necesaria de la teoría científica de la evolución, como algunos sostienen.
--Creación, sí; ¿creacionismo, no?
--Padre Pascual: La creación es una verdad comprensible para la razón, en especial para la filosofía, pero también es una verdad revelada. Por otra parte, el llamado creacionismo es también, como el evolucionismo, una ideología fundada en muchas ocasiones en una teología errónea, es decir en una interpretación literal de algunos pasajes de la Biblia, la cual, según sus autores, respecto al origen de las especies sostendría la creación inmediata de cada especie por parte de Dios, y la inmutabilidad de cada especie con el paso del tiempo.
--¿Evolución y creación son compatibles?
--Padre Pascual: Evolución y creación en sí pueden ser compatibles; se puede hablar, sin caer en una contradicción en términos de una «creación evolutiva», mientras que evolucionismo y creacionismo son necesariamente incompatibles. Por otra parte, seguramente hubo un designio inteligente pero, en mi opinión, no se trata de una teoría científica alternativa a la teoría de la evolución. Al mismo tiempo hay que señalar que el evolucionismo, entendido como ideología materialista y atea, no es científico.
--¿Qué dice el Magisterio de la Iglesia al respecto?
--Padre Pascual: El Magisterio de la Iglesia, en sí, no se opone a la evolución como teoría científica. Por una parte, deja y pide a los científicos que hagan investigación en lo que constituye su ámbito específico. Pero, por otra, ante las ideologías que están detrás de algunas versiones del evolucionismo, deja claros algunos puntos fundamentales que hay que respetar:
- no se puede excluir, «a priori», la causalidad divina. La ciencia no puede ni afirmarla, ni negarla.
- el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. De este hecho deriva su dignidad y su destino eterno.
- hay una discontinuidad entre el ser humano y otros seres vivientes, en virtud de su alma espiritual, que no puede ser generada por simple reproducción natural, sino que es creada inmediatamente por Dios.
--¿Cuáles son las verdades fundamentales sobre el origen del mundo y el ser humano que la Iglesia indica como puntos básicos?
--Padre Pascual: Está claro que el Magisterio no entra en cuestiones propiamente científicas, que deja a la investigación de los especialistas, pero siente el deber de intervenir para explicar las consecuencias de tipo ético y religioso que tales cuestiones comportan.
El primer principio que se subraya es que la verdad no puede contradecir a la verdad, es decir, no puede haber un verdadero contraste o conflicto entre una verdad de fe (o revelada), y una verdad de razón (es decir, natural), porque las dos tienen como origen a Dios.
En segundo lugar, se subraya que la Biblia no tiene una finalidad científica, sino más bien religiosa, por lo que no sería correcto sacar consecuencias que puedan implicar a la ciencia, ni respecto a la doctrina del origen del universo, ni en cuanto al origen biológico del hombre. Hay que hacer, por tanto, una correcta exégesis de los textos bíblicos, como indica claramente la Pontificia Comisión Bíblica, en «La interpretación de la Biblia en la Iglesia» (1993).
En tercer lugar, para la Iglesia no hay, en principio, incompatibilidad entre la verdad de la creación y la teoría científica de la evolución. Dios podría haber creado un mundo en evolución, lo cual en sí no quita nada a la causalidad divina, al contrario puede enfocarla mejor en cuanto a su riqueza y virtualidad.
En cuarto lugar, sobre la cuestión del origen del ser humano, se podría admitir un proceso evolutivo respecto a su corporeidad pero, en el caso del alma, por el hecho de ser espiritual, se requiere una acción creadora directa por parte de Dios, ya que lo que es espiritual no puede ser originado por algo que no es espiritual. Entre materia y espíritu, hay discontinuidad. El espíritu no puede fluir o emerger de la materia, como ha afirmado algún pensador. Por tanto, en el hombre, hay discontinuidad respecto a los otros seres vivos, un «salto ontológico».
Por último, y aquí nos encontramos ante el punto central: el hecho de ser creado y querido inmediatamente por Dios es lo único que puede justificar, en última instancia, la dignidad del ser humano. En efecto, el hombre no es el resultado de la simple casualidad o de una fatalidad ciega, sino más bien es el fruto de un designio divino. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, más todavía, está llamado a una relación de comunión con Dios. Su destino es eterno, y por ello no está simplemente sujeto a las leyes de este mundo que pasa. El ser humano es la única criatura que Dios ha querido para sí mismo, es fin en sí, y no puede ser tratado como medio para alcanzar ningún otro fin, por muy noble que pueda ser o parecer.
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